Robert Walser ocupa um lugar privilegiado
no meu panteão de escritores, tanto pela sua escrita como pela sua biografia.
Há muito que queria ler Der Spaziergang;
assim, quando encontrei um exemplar em Barcelona no dia de Sant Jordi, tratei
de o oferecer a mim mesma.
Declaro que una hermosa mañana, ya no sé
exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el
sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y
bajé la escalera para salir a buen paso a la calle (…). El mundo matinal que se
extendía ante mis ojos me parecia tan bello como si lo viera por primera vez. Todo
lo que veía me daba la agradable impresión de cordialidade, bondad y juventud (…).
Pero basta por completo con que yo mismo sepa
lo que soy, y con que sea yo mismo el mejor informado esté sobre mi persona. A
menudo las apariencias engañan, señor mio, y lo mejor es dejar el juicio sobre
una persona a esa misma persona. Nadie puede conocer tan bien como él mismo a
un hombre que ha visto e vivido tanto. A veces ando errante en la niebla y en
mil vacilaciones y confusiones, y a menudo me siento miserablemente abandonado.
Pero pienso que es bello luchar. Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías
y del plácer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los
esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia. Pero
no gusta derrocar palabras a este respecto. Qué hombre honrado no ha estado
desvalido nunca en su vida, y qué ser humano ha mantenido por completo intactos
a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? Dónde está el alma cuyos
anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se
cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas?
(…) Yo me detenía y escuchaba, y de repente
se apoderó de mí un inefable sentimiento del mundo y una sensación de gratitud,
unida a él, que brotaba del alma com violencia (…) Los pasos descalzos en el
suelo agradable se volvieron plácer, y el silencio encedía oraciones en el alma
sentiente (…).
¿Pasear
¿respondí yo¿ me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto
con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni
producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi
profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. Sin pasear y
recibir informes no podría tampoco rendir informe alguno ni redactar el más
mínimo artículo, y no digamos toda una novela corta. Sin pasear no podría hacer
observaciones ni estudios. Un hombre tan inteligente y despierto como usted
podrá entender y entenderá esto al instante. En un bello y dilatado paseo se me
ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en casa, me arruinaría y
secaría miserablemente. Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también
conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da
gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para
mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a
seguir creando, en tanto que me ofrece como material numerosos objetos pequeños
y grandes que después, en casa, elaboro con celo y diligencia. Un paseo está
siempre lleno de importantes manifestaciones dignas de ver y de sentir. De
imágenes y vivas poesías, de hechizos y bellezas naturales bullen a menudo íos
lindos paseos, por cortos que sean. Naturaleza y costumbres se abren atractivas
y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene
que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar
en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo. Piense cómo
el poeta ha de empobrecerse y fracasar de forma lamentable si la hermosa
Naturaleza maternal y paternal e infantil no le refresca una y otra vez con la
fuente de lo bueno y de lo hermoso. Piense cómo para el poeta la instrucción y
la sagrada y dorada enseñanza que obtiene ahí fuera, al juguetón aire libre,
son una y otra vez de la mayor importancia. Sin el paseo y sin la
contemplación de la Naturaleza a él vinculada, sin esa indagación tan agradable
como llena de advertencias, me siento como perdido y lo estoy de hecho. Con
supremo cariño y atención ha de estudiar y contemplar el que pasea la más
pequeña de las cosas vivas, ya sea un niño, un perro, un mosquito, una
mariposa, un gorrión, un gusano, una flor, un hombre, una casa, un árbol, un
arbusto, un caracol, un ratón, una nube, una montaña, una hoja o tan sólo un
pobre y desechado trozo de papel de escribir, en el que quizá un buen escolar
ha escrito sus primeras e inconexas letras. Las cosas más elevadas y las más
bajas, las más serias y las más graciosas, le son por igual queridas y bellas y
valiosas. No puede llevar consigo ninguna clase de sensible amor propio y
sensibilidad. Su cuidadosa mirada tiene que vagar y deslizarse por doquier,
desinteresada y carente de egoísmo; tiene que ser siempre capaz de disolverse
en la observación y percepción de las cosas, y ha de postergarse,
menospreciarse y olvidarse de sí mismo, sus quejas, necesidades, carencias,
privaciones, como el bravo, servicial y dispuesto al sacrificio soldado en
campaña. De otro modo, pasea tan sólo con media atención y medio espíritu, y
eso no vale nada. Tiene que ser capaz en todo momento de compasión, de
identificación y de entusiasmo, y ojalá que lo sea. Tiene que alzarse a elevado
arrebato y hundirse y saber descender a la más profunda y mínima cotidianeidad,
y probablemente sabe. Pero ese fiel y entregado disolverse y perderse en los
objetos y ese celoso amor por todas las manifestaciones y cosas lo hacen feliz,
como todo cumplimiento de obligación hace feliz y rico en lo más íntimo a quien
tiene una obligación que cumplir. Espíritu, entrega y fidelidad lo satisfacen y
elevan sobre su propia e insignificante persona de paseante, que con demasiada
frecuencia tiene reputación y mala fama de vagabundeo e inútil pérdida de
tiempo. Sus múltiples estudios lo enriquecen y entretienen, lo calman y
refinan y rozan a veces, por improbable que pueda sonar, con la ciencia exacta,
lo que nadie creería del en apariencia frívolo caminante. ¿Sabe usted que mi
cabeza trabaja dura y tercamente, y a menudo estoy activo en el mejor de los
sentidos, cuando parezco un archigandul y persona frívola sin responsabilidad,
sin pensamiento ni trabajo, perdido en el azul o en el verde, lento, soñador y
perezoso, que ofrece la peor de las impresiones? Secreta y misteriosamente,
siguen al paseante toda clase de hermosos y sutiles pensamientos de paseo, de
tal modo que en medio de su celoso y atento caminar tiene que parar, detenerse
y escuchar, que está cada vez más arrebatado y confundido por extrañas
impresiones y por la hechicera fuerza del espíritu, y tiene la sensación de ir
a hundirse de pronto en la tierra o de que ante sus ojos deslumbrados y
confusos de pensador y poeta se abre un abismo. La cabeza se le quiere caer, y
los por lo demás tan vivos brazos y piernas están como petrificados. Paisaje y
gente, sonidos y colores, rostros y figuras, nubes y sol giran como sombras a
su alrededor, y ha de preguntarse: «¿Dónde estoy?». Tierra y cielo fluyen y se
precipitan de golpe en una niebla relampagueante, brillante, apelotonada,
imprecisa; el caos empieza, y los órdenes desaparecen. Trabajosamente, el
conmocionado intenta mantener su sano conocimiento; lo consigue, y sigue
paseando confiado. ¿Considera usted del todo imposible que en un suave y
paciente paseo encuentre gigantes, tenga el honor de ver a profesores, trate al
pasar con libreros y empleados de banca, hable con futuras jóvenes cantantes y
antiguas actrices, coma con ingeniosas damas, pasee por los bosques, envíe
peligrosas cartas y me bata violentamente con insidiosos e irónicos sastres?
Todo esto puede suceder, y creo que de hecho ha sucedido. Al paseante le
acompaña siempre algo curioso, reflexivo y fantástico, y sería tonto si no lo
tuviera en cuenta o incluso lo apartara de sí; pero no lo hace; más bien da la
bienvenida a toda clase de extrañas y peculiares manifestaciones, hace amistad
y confraterniza con ellas, porque le encantan, las convierte en cuerpos con
esencia y configuración, les da formación y ánima,mientras ellas por su parte
lo animan y forman. En una palabra, me gano el pan de cada día pensando,
cavilando, hurgando, excavando, meditando, inventando, analizando, investigando
y paseando tan a disgusto como el que más. ¡Y aunque quizá ponga la cara más
complacida del mundo soy serio y concienzudo en grado sumo, y aunque no parezca
más que delicado y soñador soy un sólido experto! Espero que todas estas
detalladas explicaciones le convenzan de mis sinceras aspiraciones y le
satisfagan plenamente.