sábado, 2 de novembro de 2013



“Tenía la impresión de que su cabeza tan pronto era una parada en el camino de otras cabezas, como una diana a la que otros apuntaban, o incluso un aparato que en parte le escapaba, teleguiado por extraños – sus verdaderos propietarios – que lo hacían funcionar y pensar a su antojo. Fuera cual fuese la explicación, por singular y abracadabrante que fuese, lo importante es que ya no era el dueño, y que apenas si estaba «al corriente», o poco más. Ni siquiera sabía «dónde meterse en su cabeza».”

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