domingo, 21 de janeiro de 2024

Aballay

 


«Esta noche, Aballay, ha decidido despergarse de la tierra.

Bien es real que el llano, que es lo único que él conoce, no tiene columnas, ni nunca há visto más que las de un pórtico, en la iglesia de San Luis de los Venados.

Recuerda que para escabullirse de las discipinas de su madre, se trepaba a un árbol. Acepta que al presente está intentando lo mismo: huirse de su culpa, y busca adónde subir.

No le valdría, actualmente. Ni un ombú, si probara el refugio de su altura y follaje. Sería descubierto, sería apedreado, aunque no supieran la verdadera causa, solamente por portarse de una manera extraña. Tampoco nadie le alcanzaría un mendrugo.

Está firme, a conciencia, en el trato consigo mismo de separarse del suelo y llevar su vida en penitencia. […]

El fraile, dijo que montaban a la columna. Él, Aballay, es hombre de a caballo. Tempranito, a los primeros colores del día, Aballay monta en su alazán.

Le palmea con cariño el cuello y consulta: "¿Me aguantarás?" Supone que su compañero acepta y, mientras avanzan al trote suave, lo prepara: "Mirá que no es por un día... Es por siempre."»

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