sábado, 31 de outubro de 2020

A un poeta

 

Nada más triste que un titán que llora,

Hombre-montaña encadenado a un lirio,

Que gime fuerte, que pujante implora:

Víctima propia en su fatal martirio.


Hércules loco que a los pies de Onfalia

La clava deja y el luchar rehúsa,

Héroe que calza femenil sandalia,

Vate que olvida a la vibrante musa.


¡Quién desquijara los robustos leones,

Hilando esclavo con la débil rueca;

Sin labor, sin empuje, sin acciones;

¡Puños de fierro y áspera muñeca!


No es tal poeta para hollar alfombras

Por donde triunfan femeniles danzas:

Que vibre rayos para herir las sombras,

Que escriba versos que parezcan lanzas.


Relampagueando la soberbia estrofa,

Su surco deje de esplendente lumbre,

Y el pantano de escándalo y de mofa

Que no lo vea el águila en su cumbre.


Bravo soldado con su casco de oro

Lance el dardo que quema y que desgarra,

Que embiste rudo como embiste el toro,

Que clave firme, como el león, la garra.


Cante valiente y al cantar trabaje;

Que ofrezca robles si se juzga monte;

Que su idea, en el mal rompa y desgaje

Como en la selva virgen el bisonte.


Que lo que diga la inspirada boca

Suene en el pueblo con palabra extraña;

Ruido de oleaje al azotar la roca,

Voz de caverna y soplo de montaña.


Deje Sansón de Dalila el regazo:

Dalila engaña y corta los cabellos.

No pierda el fuerte el rayo de su brazo

Por ser esclavo de unos ojos bellos.


Rúben Darío

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